Logrando mayor igualdad en la economía a nivel nacional y global

XXV Congreso de la Internacional Socialista, Cartagena, Colombia, 2-4 de Marzo de 2017

Original: inglés

“Sostenemos que estas verdades son evidentes: todos los hombres son creados iguales; dotados por su Creador con ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad, y
la búsqueda de la felicidad.”

Esa frase, tomada de la Declaración de la Independencia de América en 1776, fue seguida 13 años más tarde con estas palabras del Artículo 1 de la Declaración de los Derechos del Hombre de la revolución Francesa:

"Los hombres nacen y permanecen libres con iguales derechos. Las distinciones sociales solamente pueden basarse en el bien de todos.”

En estas dos frases, elaboradas en dos continentes diferentes, con dos idiomas diferentes, para dos pueblos diferentes, cerca de 250 años atrás, yacen los orígenes de lo que nosotros hoy en todos los continentes, simplemente asumimos como los derechos naturales de los cuales deberíamos gozar.

Sin embargo, esos derechos no son derechos de los que realmente gozamos todos nosotros – aun cuando ellos son los derechos por los cuales nosotros en la Internacional Socialista a través de nuestra historia política que compartimos, siempre hemos luchado, como ciudadanos de nuestras 114 naciones y del mundo.

Aquí, en Cartagena, Colombia, representando a los más de 150 partidos y organizaciones miembros de la Internacional Socialista, reafirmamos nuestro profunda e inquebrantable fe en la igualdad humana y su poder como el fundamento, la medida y el objetivo de toda sociedad justa, y en el irreductible  derecho de todo hombre y toda mujer de gozar en igual medida de los frutos de sus vidas, de sus  libertades y de su búsqueda de la felicidad.

En estos momentos en que surge un neo-populismo de derecha, no vamos a dejar de lado esa afirmación. Por el contrario, nos reunimos aquí en primer lugar para desafiar a aquellas fuerzas e ideologías reaccionarias que aún impiden que miles de millones de seres humanos vivan sus vidas con una verdadera igualdad y libertad. A continuación articularemos estrategias y políticas que llevarán hacia un futuro mejor y más igualitario. Finalmente, expresaremos nuestra firme determinación a confrontar a esas fuerzas reaccionarias, una y otra vez, hasta que sean derrotadas, y que los derechos universales sean igualmente asegurados en todos los rincones de este pequeño planeta.

Decimos esto sabiendo que los neo-populistas de derecha, con una frecuencia alarmante han comenzado a atacar a las democracias por su apertura y tolerancia, en el nombre de un nacionalismo atemorizado e introvertido que nos enfrenta unos a otros, a lo rural contra lo urbano, a los nuevos ricos contra los “nuevos pobres”, a graduados universitarios contra los que han finalizado sus estudios escolares, a los ciudadanos “reales” contra nuestros nuevos –y peligrosamente “diferentes”- refugiados y conciudadanos. Dentro de las fantasías neo-populistas, una élite oscura y conspirativa, está la amenaza de un globalismo secular satánico a nuestros valores tradicionales, a nuestras comunidades y a nuestros modos de vida.

Una Larga Historia con Desafíos más Profundos

Pero estos neo-populistas y las verdaderas fuerzas oscuras tras ellos, no son nada nuevo, de hecho ellos han estado activos, bajo formas y fuerzas fluctuantes, por más de 150 años. Por eso es que sabemos que no entregarán la prosperidad o la seguridad que prometen porque son proveedores congénitos de esperanzas falsas, ofreciendo soluciones fáciles que de hecho no funcionarán. A juzgar por el registro histórico, todo lo que sus políticas garantizan es que los reales avances económicos, políticos y sociales que los pobres, la clase trabajadora, y la clase media en todo el mundo han adquirido durante el siglo pasado se verán erosionados y potencialmente perdidos durante una o más generaciones.

El neo-populismo, sin embargo, es sólo una faceta de las poderosas fuerzas en juego en la derecha global de hoy en día.

Detrás de estos partidos y sus líderes se encuentran profundamente arraigadas formas de privilegios y explotación que por demasiado largo tiempo han beneficiado a los hombres más que a las mujeres, al fuerte más que al débil, al violento más que al de paz, al rico más que al pobre, al Norte más que al Sur, al Oeste más que al Resto.

Esas jerarquías han sobrevivido contando a su vez con las diferentes formas de un inmenso prejuicio que condena a miles de millones de nuestros congéneres humanos a mucho menos que la igualdad y la libertad plenas, no debido a su carácter o acciones, sino debido a su raza, a su región, a su etnicidad o a su nacionalidad, religión o a la clase social dentro la cual nacieron.

Este tipo de prejuicios han generado de siglo en siglo poderosas relaciones e instituciones económicas y políticas que se manifiestan por un lado con leyes y costumbres represivas, y por otro lado, con diarias actitudes críticas sobre aquéllos que no sean como “nosotros”.

Durante generaciones, los niños han nacido y todavía nacen dentro de estos mundos construidos sobre estos prejuicios, y son forzados a vivir las vidas atrofiadas que los poderosos han insistido  incesantemente son las únicas vidas que ellos pueden esperar -aun cuando este tipo de sociedades construidas para beneficiar a los pocos en perjuicio de los muchos, violan los principios más fundamentales de la igualdad y la libertad humanas.

El Papel Central de la Desigualdad Económica y el Poder de Más Igualdad

Existe un tercer tema general que abordaremos aquí, el tema de las desigualdades de ingreso y de riqueza, tanto entre ciudadanos de naciones individuales y entre todos los ciudadanos a través de las naciones del mundo. Hoy día, sabemos más que nunca antes acerca de la forma y el alcance de estas desigualdades, y sabemos mucho más sobre sus consecuencias, tanto el empeoramiento de los prejuicios que sustentan a las jerarquías de explotación, y el fomento del neo-populismo que amenaza a tantos de nuestros logros obtenidos con tanto esfuerzo.

En años recientes, economistas como Thomas Piketty y Anthony Atkinson han vuelto a hacer renacer en los progresistas del mundo entero el reconocimiento del papel central que tienen nuestras políticas para lograr el efecto de una igualdad de ingresos y riqueza para alcanzar un futuro exitoso. De hecho, nosotros creemos que con la precisión de su enfoque sobre los daños de las desigualdades y su cuidadosa recolección de evidencia de que la desigualdad empeora, estos economistas cumplirán en los años venideros el papel que Lord Keynes y su trabajo sobre demanda agregada cumplió en el siglo XX, definiendo la responsabilidad que cabe al gobierno para la macro demanda.

Este nuevo paradigma de distribución es tan central que no podemos ya aceptar objetivos de PIB de, digamos, 4% o 5% o 6% de crecimiento, si el 90 o 80 o 70 o 60% del crecimiento de ese PIB va dirigida al 1,2 o 3%. Cuando menos de una docena de mega-ricos multimillonarios son más ricos que la mitad de la humanidad en los niveles más bajos –tres mil millones de personas- entonces podemos constatar que esto es algo de la mayor importancia política y moral -no solamente económica- para todos nosotros.

¿Cómo Perdimos de Vista la Importancia de la Igualdad Económica?

Por muchas décadas después de la Segunda Guerra Mundial el tema de la desigualdad económica pasó a segundo plano con respecto al crecimiento agregado de Occidente, a medida que variantes del Keynesianismo suplantaban a las hipótesis más conservadoras dirigidas por el mercado (siendo a menudo anti-estado y anti-trabajo) de la economía neo-clásica del siglo XIX. A través del mundo desarrollado, la economía de mercado reforzada y regulada por el estado siguió dando frutos: las tasas de crecimiento agregado eran altas y mucho más estables, con menores y más cortas recesiones que en los años del “libre mercado” de antes de los años de la Segunda Guerra Mundial.

Lo que es más, con ingresos que crecían rápidamente e impuestos a la riqueza, y más y más gasto en bienes públicos que aceleraban la movilidad ascendente, como también los ataques de orden legal contra las desigualdades raciales y de género, se logró con este crecimiento del PIB, casi de manera “natural”, más y más igualdad de ingresos, o al menos, así se apreció en ese momento. Puesto en simples términos, había más de todo para más gente, distribuido de manera más justa, que en cualquier otro momento de la historia humana moderna.

El notable incremento en el gasto público (con la mayor parte destinada al bienestar social, desde la educación a la jubilación al cuidado de la salud) terminó duplicando a cerca de 40% la parte del PIB destinada a gobiernos democráticos y generó gritos y protestas de los conservadores que reclamaban que era “socialismo”.

Para ultra-conservadores como Friedrich Hayek y Milton Friedman, todo este gasto público era doblemente funesto porque ellos pensaban que significaba una inflación constante, una creciente deuda gubernamental, la exclusión de la inversión privada y eventualmente la pérdida de la libertad individual. (Todo esto reflejado en la famosa frase de Hayek, “el camino hacia la servidumbre”).

No obstante, para la mayoría de los habitantes de los países de la OCDE la realidad seguía desafiando a las predicciones de Hayek y Friedman. En realidad con mucha razón como nos recuerda Piketty, llamar a las tres décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial como “les trentes glorieuses” –los treinta años gloriosos y definitivamente no un camino hacia la servidumbre.

Para los partidos socialistas democráticos y socialdemócratas en el Occidente, estas décadas fueron políticamente “años gloriosos” también. En muchos países avanzados, partidos progresistas fueron elegidos a gobernar, mientras que los viejos partidos de derecha de antes de la guerra languidecieron (o se derrumbaron) y los nuevos partidos de centro-derecha o ayudaron al avance de los progresistas o no trataron de derogar la decisiva legislación en pro del bienestar y de la regulación de la economía, lo que la izquierda había buscado por largo tiempo como un barómetro de sociedades más igualitarias y más justas.

Las claras divisiones de la Guerra Fría, porque el comunismo soviético y chino tenía la fuerte oposición de socialistas y socialdemócratas del Occidente, agrandó el espacio para la izquierda no comunista. Mientras tanto, en la rápida descolonización del Sur, la Guerra Fría creaba también un espacio político, permitiendo a partidos progresistas desafiar a la competencia tradicional de derecha y centro-derecha, aunque el proceso de construir gobiernos progresistas era a menudo interrumpido o revertido con la represión ejercida en nombre del anti-comunismo.

Sin embargo, en los años 70 en América Latina, en Asia, e incluso en el África subsahariana, existían buenas razones para creer que “el Tercer Mundo” estaba preparado para una verdadera democratización y un rápido desarrollo económico, pero súbitamente en los años 80, los “años gloriosos” llegaron a su fin, al menos para ese progreso y para la izquierda. Para una derecha resurgente sin embargo, los buenos tiempos solamente comenzaban.

En los EE.UU. y en Europa Occidental, el Keynesianismo y un estado activamente progresista sufrieron un ataque implacable. Donde los gobiernos nominalmente de “izquierda” sobrevivieron, ellos se encontraron limitados por las fuerzas del neoliberalismo. Los sindicatos de la clase trabajadora que por largo tiempo fueron la espina dorsal de la política progresista, comenzó una rápida declinación en su membresía, mientras las corporaciones y las finanzas obtenían una nueva y enorme influencia, prestigio y riqueza. Los políticos a través del espectro defendieron impuestos más bajos, menos regulación, más comercio global y productividad, y más autoridad e influencia en los negocios. “Gobierno”, en la famosa afirmación de Reagan, “no es la solución; es el problema.” La era de la globalización neoliberal había llegado.

En el Occidente, los partidos de izquierda comenzaron un lento eclipse, ya sea como partidos gobernantes o ideologías de izquierda más que como partidos neoliberales. En el Este Comunista, la Unión Soviética y China comenzaron su vacilante abandono de una planificación estatal detallada de arriba hacia abajo en la economía, en favor de una ecléctica y a menudo caótica amalgama de tendencias socialistas y capitalistas, etiquetadas de perestroika en Moscú y “socialismo con características capitalistas” en Beijing. En los años 90, la URSS había desaparecido y China cambiaba de una manera hasta entonces inimaginable.

En el Sur el crecimiento se derrumbaba y las desigualdades empeoraban a medida que el FMI y el Banco Mundial imponían efectivamente modelos de manuales neoclásicos a economías frágiles, semi- modernas y semi-desarrolladas. Los presupuestos fueron ajustados por la fuerza (más a menudo por medio de recortes en el gasto de salud, de educación y del bienestar público). Las barreras comerciales fueron eliminadas para permitir bienes de consumo baratos en los mercados locales, sin dar importancia al impacto que esto tenía para los agricultores locales, los pequeños fabricantes y los minoristas tradicionales, como también y obviamente a los trabajadores y sus familias.

Después de que la evidencia de una “década perdida” de desarrollo en el Sur llegó a ser simplemente abrumadora, el Banco y el FMI “ofrecieron sus disculpas”, y redujeron su neoliberalismo autoritario. Ahora su mantra fue “crecimiento con reducción de la pobreza”, una incómoda hibridación que ha demostrado tener resultados mixtos hasta ahora.

Por qué Debemos Recuperar la Igualdad Económica como nuestro Objetivo - y De Qué Manera

El tiempo ha transcurrido de prisa hasta el año 2017. El aumento en los años 80 de un conservatismo pro corporativista sufrió repetidos retrocesos, ninguno mayor que la Gran Recesión que comenzó a desarrollarse en el año 2008 y que ha dejado tras de sí casi una década de crecimiento global desacelerado. Al centro del aumento del neo populismo y de un creciente descontento a través del espectro político, ha habido cada vez más una desilusión con el “crecimiento económico” medido según el PIB, que los formuladores de políticas y los académicos han decretado ser el apogeo de la vida moderna, porque son tantos los que han sido excluidos de ese crecimiento. Pero el conservatismo reaccionario, esencial del populismo, reside en culpar a los trabajadores extranjeros y a las elites culturales progresistas por esta situación, en vez de entender cómo las fuerzas globales del mercado han hecho más por crear esta realidad intolerable. La globalización ha tenido sin lugar a dudas un impacto sobre la distribución global de ingresos en formas ahora bien conocidas. Lo que ha faltado no es el diagnóstico sino las soluciones, soluciones que la Internacional Socialista puede proveer.

¿Qué es necesario?

Lo más importante es reconocer que las naciones generan no solamente un crecimiento nacional sino también un crecimiento internacional, por medio del comercio y las inversiones en el extranjero, por la importación y exportación de bienes y servicios, y por sus ciudadanos y establecimientos que trabajan fuera de sus fronteras.

El desafío es ahora promover un crecimiento que sea tanto profundo como extendido, es decir, un crecimiento que produzca un rendimiento estable, de largo plazo, empleos que sean también estables, bien remunerados y de largo plazo, y ganancias que recompensen a los dueños e inversores y provean también flujos fiscales a gobiernos, de manera que puedan llevar a cabo sus funciones esenciales de bienestar público.

En el mundo globalizado del siglo XXI, en que un crecimiento profundo y extendido requiere también de coordinación y cooperación a través de las fronteras, alrededor de un conjunto básico de principios que a su vez se esforzarán para sostener y acrecentar el crecimiento global dentro de un “círculo virtuoso”.

¿Qué tipo de principios?

Primero, nuestro compromiso para reducir radical y sistemáticamente los prejuicios raciales, étnicos y de género. Junto con ser importantes objetivos morales y políticos, reducir estas formas de discriminación promoverá simultáneamente igualdad económica y crecimiento económico.

Segundo, nuestra determinación de democratizar y publicitar medidas basadas en evidencia de desempeño y resultados institucionales a nivel nacional, regional y local. A medida que la internet se extiende por el mundo, los gobiernos democráticos deberían alentar a las ONGs y a los ciudadanos a usar datos públicos para evaluar constantemente el desempeño de las instituciones públicas y privadas a través de una amplia gama de parámetros.

Tercero, nuestro decidido foco para el resto del siglo XXI para asegurar una información precisa y  oportuna sobre ingresos y riqueza, como medida elemental esencial del desempeño nacional económico.

Virtualmente, todas las 200 naciones hoy publican con regularidad informes sobre su PIB, pero menos de la mitad recolectan e informan sistemáticamente sobre la distribución de ese PIB como la riqueza e ingresos de sus ciudadanos (y menos de un cuarto preparan generalmente informes correctos). Hacemos un llamamiento a todas las naciones a recolectar y publicar con regularidad, junto con datos sobre el PIB, Gini y medidas Atkinson de desigualdad.

Hay una cuarta serie de principios afines: nuestro claro entendimiento de que la desigualdad económica no es solamente un “tema económico”.

Las desigualdades en ingresos y riqueza corroen las oportunidades para una sociedad justa, reduciendo sistemáticamente el desempeño educacional de los estudiantes, elevando las tasas de criminalidad, multiplicando la desconfianza de gobiernos y conciudadanos, permitiendo la contaminación ambiental, ignorando las enfermedades, fomentando la obesidad, intensificando la violencia contra las mujeres y los niños, y bloqueando la movilidad hacia arriba. Estudios como The Spirit Level contienen una serie de ejemplos que deberían ser reformulados como DSIs –Domestic Social Indicators – (ISD-Indicadores Sociales Domésticos) que, análogos al PIB en la economía, se conviertan en índices nacionales anuales del funcionamiento del bienestar.

Quinto, nosotros y nuestros gobiernos nos comprometemos a aumentar tanto la información como la regulación del ingreso y la riqueza que fluyen a través de las fronteras. A medida que la financiación global se acelera, ella va creando desafíos sistémicos para las democracias modernas, tanto más a través de la gran “deslocalización” de la riqueza e ingresos individuales y corporativos más allá del alcance de los gobiernos. Algunos expertos estiman ahora que sólo la riqueza deslocalizada excede los $25 TRILLONES –más que el PIB combinado de tres cuartos de las naciones del mundo. Cifras de ingresos deslocalizados son no menos impactantes.

Las soluciones aquí contienen muchos aspectos, y hacen un llamamiento a:

  1. la estandarización de encuestas nacionales de ingresos y riqueza, con especial atención a una información precisa de grupos de alto nivel (“el 1% que controla casi la mitad de la riqueza financiera privada del mundo);
  2. los requerimientos de transparencia aplicados rigurosamente para todas las corporaciones y consorcios fantasmas, y una política de prohibición para los “paraísos fiscales”;
  3. un fuerte monitoreo y control para las transferencias financieras transfronterizas, incluyendo auditorías mucho más estrictas de los precios de las transferencias por firmas multinacionales;
  4. rigurosos requerimientos de informes para los bancos de todas las transferencias financieras internacionales significativas;
  5. intercambios intergubernamentales con regularidad de estos datos cruciales;
  6. una regulación y aplicación más rigurosa de las transferencias financieras transfronterizas ilegales.

Hay más y más detalladas recomendaciones que nosotros en la Internacional Socialista tenemos intenciones de avanzar, pero estos preliminares esenciales, tanto en términos de principio como en términos de políticas y mecanismos destinados a la aplicación de estos principios.

El mundo se mueve rápidamente hacia una auténtica globalización, en la cual los ciudadanos de las naciones de alrededor del mundo terminarán conociendo las vidas y los valores por los cuales otros viven. Un claro beneficio de este proceso es la continua globalización de los derechos, incluyendo la igualdad como un derecho esencial clave, a medida que el número de democracias crece constantemente.

Pero igualmente, el claro peligro de la globalización es que empeorará las desigualdades de todo tipo, no las disminuirá, y con ello favorecerá las políticas fundamentalmente autoritarias que vemos surgir en los partidos y gobiernos neo-populistas alrededor del mundo.

Igualmente, para nosotros no es una noble ambición o un derecho abstracto sino un convincente principio organizativo para nuestro trabajo político en las décadas futuras. Volver a centrar nuestras políticas alrededor de ese principio, reconociendo que como partidos socialistas no podemos ya simplemente promover crecimiento económico y asumir que tal crecimiento “solucionará” temas de desigualdad.

Vivimos tiempos anómalos, cuando algunos de los crecimientos económicos más rápidos suceden en uno de los países más autoritarios y cleptocráticos. Nuestro deber y nuestra oportunidad es expandir lo que tenemos, a través de nuestros partidos y valores socialdemócratas, realmente construir las bases modernas para un mundo democrático e igualitario.

Tenemos la intención de seguir construyendo ese mundo.

 

 


1 Véase US News/McKinsey “Best States” evaluación de estados Americanos como solo un ejemplo: www.usnews.com


1 Del FMI “Causes and Consequences of Income Inequality: A Global Perspective” prove una invaluable
introducción técnica a estos temas.

1 Para una detallada revision de The Spirit Level y modelos sistemáticos para la implementación de sus recomendaciones Véase The Equality Trust, www.equalitytrust.org.uk/resources/the-spirit-level