Declaración sobre la Economía Global - Nuestra vision para lograr crecimiento, empleo y desarrollo sostenible

Reunión del Consejo de la IS en Cascais, Portugal, 4-5 de febrero de 2013

 

Original: inglés

El mundo se encuentra en una encrucijada este año 2013, luchando para recuperarse de una crisis financiera nacida de una globalización demasiado rápida y de una desregulación desenfrenada de los mercados más grandes y poderosos del mundo. Seis años después que el colapso de las mayores firmas de Wall Street diera inicio a la crisis, aún las economías alrededor del mundo no han producido un crecimiento sostenido y de significación capaz de restaurar la seguridad material o la confianza en el futuro, las que son piedras angulares para los gobiernos que gobiernan para todos sus ciudadanos y no sólo para unos pocos.

La Internacional Socialista llama a todas las naciones del mundo a reconocer la necesidad no sólo de abandonar políticas de austeridad fiscal equivocadas, sino de asumir una amplia necesidad de un nuevo conjunto de políticas para gobernar las finanzas y el crecimiento globales.

Estas políticas están basadas en cinco principios fundamentales de la Internacional Socialista, y requieren de las acciones siguientes:

El primer principio es la solidaridad: en las décadas porvenir la migración continua de la producción mundial desde el Oeste al Este, con las consiguientes presiones a la baja de los trabajadores del Oeste y de las clases medias, exigirá un nuevo acuerdo internacional.

Lo esencial de esas negociaciones comprende un segundo principio fundamental: igualdad entre y con las naciones, entre clases, razas y géneros. Esto exige a los gobiernos a nivel mundial actuar de un modo coordinado a nivel global para obtener una mayor participación de los beneficios privados recaudados y a través de la movilidad del capital en comparación con el trabajo, por atenuar el deterioro de los ingresos en el Oeste al mismo tiempo que se asegure que los enormes beneficios del Este sean distribuidos de manera equitativa con los trabajadores de esos países, y contribuir a las inversiones públicas en salud, educación, infraestructura y la seguridad de las pensiones.

Esto a su vez requiere un auténtico y poderoso tercer principio: un nuevo internacionalismo, expresado a través de un nuevo conjunto de acuerdos tan significativos y de tanto alcance como Bretton Woods, que inauguró un período de treinta años tras la Segunda Guerra Mundial de extraordinaria riqueza económica, acompañada por una baja continua de los ingresos y por desigualdad en la riqueza.

Un auténtico internacionalismo requiere de la reestructuración de la OMC para reciclar los beneficios del comercio provenientes de las diferencias de salarios y avanzar hacia una auténtica seguridad global de los ingresos.

Requiere igualmente de un nuevo régimen monetario global y de un FMI basado en un sistema “bancor” multilateral sintético, concebido por el propio Keynes, reemplazando el sistema del dólar impuesto en Bretton Woods por Washington.

Requiere de la creación de un nuevo sistema de precios de las ventas globales de materias primas que se base en una canasta con las principales monedas en lugar del dólar.

Requiere también de un cuarto principio fundamental: transparencia. Como parte del régimen comercial de la OMC, transparencia en los contratos entre las empresas de recursos naturales y materias primas y los gobiernos nacionales para reducir la corrupción masiva que contratos opacos y pagos ocultos han engendrado.

Requiere de un nuevo conjunto de tratados multilaterales sobre los precios de las transferencia entre las firmas multinacionales, impuestos uniformes, y reglas uniformes sobre fraude fiscal, lo que permitiría recaudar un estimado de más de un trillón de dólares provenientes de ingresos corporativos y personales hoy ocultos en paraísos fiscales.

Esto exige asociar al acceso al comercio y a las finanzas de los mercados más grandes y ricos a una nueva, el respeto con normas ambientales mundiales, de trabajo y de derechos humanos.

Pero reformar las conductas de las empresas privadas y de los mercados no es suficiente. Igualmente importante es el compromiso público para asociar al día a día de la administración de los gobiernos democráticos, los más altos estándares de lealtad con sus ciudadanos. Esto precisa un nuevo compromiso de gobernar con transparencia, de dar la bienvenida y promover el uso del ciudadano de internet para consultar la información abierta relativa a presupuesto, contratos, salarios públicos y otros beneficios, tanto de las autoridades electas como de los funcionarios, medidas que estimamos absolutamente esenciales para restaurar la pérdida de confianza de los ciudadanos en sus propios gobiernos como instrumentos de su voluntad y derechos.

La transparencia requiere, igualmente, todo un nuevo régimen de los estándares internacionales, el control de los poderes, y el refuerzo de los regímenes de gobierno de las finanzas internacionales para restaurar la confianza pública, la estabilidad de los mercados, la transparencia en las transacciones, y en última instancia la justicia básica de los mercados de capital.

Finalmente, llamamos a aceptar un quinto, y profundamente fundamental principio, relativo a una humanidad que comparte su vida en la misma Tierra: el equilibrio entre lo humano y lo ecológico. Creemos que esto requiere de una nueva comprensión y una redefinición del “crecimiento”, una sustitución del anticuado PIB y la inclusión de nuevos indicadores de bienestar y de realización de las capacidades humanas, que reconozca el fracaso histórico de

mercados y gobiernos para valorar con exactitud y honestidad el precio de la contaminación y el agotamiento de los recursos, que cuentan “más” como “mejor”.

Como uno de los más alarmantes signos del costo de esta confusión de “crecimiento” con “más” en lugar de con “mejor”, la Organización Mundial de la Salud informa que en la actualidad más seres humanos sufren el mundo problemas derivados de la obesidad que de la malnutrición. En lugar de servir como una tradicional de éxito del PIB, este hecho nos demuestra la debilidad conceptual del indicador. En un mundo que ha crecido de tres a seis billones de habitantes en menos de cincuenta años, es imperativo que equilibremos las esperanzas de billones de nuevos ciudadanos de clase media no solamente con una mirada de la riqueza que queremos de nuestras economías, pero con la capacidad fundamental de cuidar al planeta a fin de llevarlo a una nueva era de potencial prosperidad y seguridad globales y no en una catástrofe de calentamiento global, guerra de recursos y obscenas desigualdades.

 

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